Fue en Alemania en la Conferencia de Seguridad de Múnich que el vicepresidente de los Estados Unidos destrozó la relación de 80 años entre los aliados, con un ataque a la legitimidad de las democracias europeas, no robada a interferir con las elecciones alemanas. Apeló al final de la negativa a negociar con la extrema derecha y se unió a la Ley a las palabras. No tenía interés en conocer al anfitrión, Olaf Scholz, pero había una agenda para reunirse con el líder de la alternativa a Alemania (AFD).
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